Alfonso Caraballo
Es increíble como la línea
que separa lo moral de lo inmoral se hace cada vez más invisible para tantas
personas.
Parece que algunos dirigentes
peledeístas están determinados a votar por un candidato a alcalde de otro
partido. Una situación en muchos casos dramática ya que entre estos hay quienes
intentan sostener esta decisión con criterios éticos como el de elegir en
función del dictado de su conciencia.
Pero en lo más
profundo de esa conciencia saben que la manera en que están adoptando esta
decisión no es seria, no es ética. Por eso reaccionan con ira cuando se le
cuestiona al respecto. Con gesto agresivo exigen que se le respete su sagrado derecho
a votar por el candidato que ellos estiman idóneo.
¿Es leal un dirigente
político que vota por candidatos de un partido diferente al suyo en nombre del
libre albedrío?
Quien se inscribe en
un partido asume libremente una obligación moral de votar por los candidatos de
ese partido, sean de su agrado o no. Si se llega a un punto en que una posición
partidaria se riñe de manera radical con los principios personales, lo ético es
renunciar a lo uno o a lo otro. En caso contrario se cae en la inconsistencia
moral, en la deslealtad, en la indisciplina.
No se puede llegar al
colmo de erigir en heroísmo la acción antitética.
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